Bambalinas

No hace ruido al marcharse y sin embargo se lleva mi voz,

en algún bolsillo guarda el estribillo de mi próxima canción.

Decora con abrazos los vaivenes,

me ha salvado de todos mis calabozos,

me ha visto caer tantas veces

que ha decorado con caricias mis pozos.

Y sabe a ese tipo de sal que te recuerda al mar

y te escuece en las heridas,

si me coge de la mano me hace niña,

mataría por besarme la risa,

lleva entre los dientes las palabras que me faltan,

el café de mis mañanas

entre suspiros de vainilla.

Es el acorde final, es el compás con que cerrar mi partitura,

la razón por la que tiemblo a estas alturas.

Verla sufrir es maldecir a toda lluvia

y he de decir que si sonríe redefine lo que sé de libertad,

que mi paz es dormir sobre su vientre

donde jugarán los duendes que traerán mi eternidad,

que lo que llama defectos es tan solo lo más bello

que he besado jamás.

Y me quema verla mover el pelo

debió de bañarlo un fuego en el que quiero arder.

Ve más de lo que mira y juraría

que ha aprendido a atravesarme la piel.

Que la vida es verla removerse en el sofá

como solo saben hacer las bailarinas.

Que sus mejores bailes son causas del azar

detrás de bambalinas.

Que se pone de puntillas para evitar el suelo,

que es el viento que intimida a mi veleta.

Cuando me para el corazón juro ante Dios

que no se lo tengo en cuenta.

Que le debo mil vendettas

y otro baile en el salón.

Y sabe de mí mucho antes que yo

y tiene algún don que aún me esconde,

es la risa y el lamento que hace perder mi acento,

una voz para mil nombres.

Sus manos son la tierra que hace que brote la mejor de mis semillas,

mi pequeña Cenicienta que al llegar las 12 nunca se da por vencida.

Es el ángel de ojos grandes que se cruzó en mi camino,

la mujer de fuego que incendió mis miedos al hablar de amor.

Y no me cabe en la cabeza que cualquiera al verla no pierda el equilibrio

el mejor de tus malos entendidos

y mi última estación.

Que le debo mil vendettas

y otro baile en el salón.