La década del 2000 en Sudáfrica estuvo marcada por la fusión de kwaito y hip-hop. Al combinar los ritmos locales con la agresividad y el crudo lirismo del heavy rap de inspiración estadounidense, artistas como Zola se transformaron en leyendas. Las escenas vernáculas de rap, como el subgénero motswako, en el que las rimas del rap se escriben en lenguas de pueblos originarios como el zulú, el sotho y el setswana, y elaboran sus canciones con ritmos bailables y versos punzantes, hicieron surgir a superestrellas como HHP, Pro Kid, Teargas, Skwatta Kamp, Pitch Black Afro y más. Fue una era de colaboraciones constantes que vio cómo el hip-hop se convertía en una escena comercialmente viable que atraía a discográficas multinacionales y a sellos independientes por igual.