Pocos compositores tienen la suerte de contar como maestro con un grande como Hans Zimmer. El escocés Lorne Balfe es uno de ellos. Tras instalarse en Los Ángeles, empezó a trabajar bajo el ala del titán germano, aportando su propio ingenio musical a varias películas. En su versátil obra en solitario se reconocen los abrasivos golpes electrónicos y tensas atmósferas de violín propias de su mentor, pero ha sabido hallar un sonido propio. Melódico, atronador o misterioso, dependiendo del trabajo, Balfe se muestra igual de eficaz en el cine, en la televisión y en los videojuegos.