Como hijo de un vicerrector de la Universidad de Oxford y educado en una escuela privada, sir Roger Norrington (1934-2025) era quizás un inconformista improbable. Sin embargo, el director desafió y a menudo rompió con la sabiduría convencional sobre la interpretación de la música antigua, encendiendo la controversia al argumentar que el uso generalizado del vibrato en las cuerdas solo se afianzó en la década de 1920. Describió su campaña contra el vibrato como su “última granada”, lanzada contra una institución orquestal casada con un mundo sonoro inventado durante la década de los “glamurosos” vestíbulos de hoteles Art Déco y transatlánticos. Norrington llevó su determinación de recuperar los sonidos orquestales más sutiles del pasado a sus fechas como invitado con la Orquesta Filarmónica de Viena y a su ciclo pionero como director principal de la Orquesta Sinfónica de la Radio de Stuttgart. La forma de hacer música de Norrington era colaborativa, receptiva a las ideas sugeridas por sus intérpretes y siempre guiada por su comprensión de las intenciones del compositor. Ya sea dirigiendo orquestas sinfónicas modernas o conjuntos de instrumentos de época, entre los que se cuenta la orquesta London Classical Players, de su propia creación, utilizó su profundo conocimiento de cómo se hacían (o podrían haberse hecho) las cosas en el pasado para construir interpretaciones que emocionaron a muchos e irritaron a otros. Contrarrestó las interpretaciones sombrías y reverenciales de las nueve sinfonías de Beethoven con visiones ágiles de cada una de ellas, en las que las famosas indicaciones de metrónomo rápido del compositor se seguían al pie de la letra. Y liberó el lado juguetón de Mozart en Die Zauberflöte (La flauta mágica), al tiempo que encontraba cosas sorprendentemente nuevas que decir en la música de, entre otros, Brahms, Bruckner, Elgar, Mahler y Wagner.