Conocido por su escasa propensión a pasar por el estudio y por su tendencia a cancelar conciertos en el último minuto, este caprichoso pero aplaudido pianista solía preferir quedarse en casa ensayando obras de Beethoven, Scarlatti, Mozart o Brahms. La rigurosidad de sus métodos de ensayo y su infalible técnica siempre estuvieron en boca de todos, incluso de aquellos que lo criticaban por su falta de alma. Como profesor, contribuyó a moldear los talentos de solistas tan notables como Martha Argerich o Maurizio Pollini, en cuya intensidad podemos ver un reflejo de la del propio Michelangeli.