La leyenda que rodea a su debut en el Carnegie Hall en 1917 es tan inmortal como el intenso y preciso sonido de su vibrato. Heifetz desplegó su vigorosa técnica fundamentalmente en obras de Bach, Beethoven y Mozart, aunque también le prestó atención a compositores contemporáneos, como Stravinsky o Korngold, e incluso grabó algunas piezas de influencia jazz, como sus duetos con Bing Crosby. Sus interpretaciones sirvieron también como modelo educativo, a través de una serie de clases magistrales filmadas.