Las formas clásicas europeas tuvieron un gran impacto en América Latina en el siglo XX. Inspiraron a compositores de México y el sur del continente a explorar caminos como los de Robert Schumann o Aaron Copland. Carlos Chávez celebró las melodías indígenas de México. Mientras que las exuberantes orquestaciones de Heitor Villa-Lobos se inspiraron en el ballet ruso. Así mismo, el modernismo francés y las obras neorrománticas de Alberto Ginastera aprovecharon la naturaleza rapsódica de Brahms, pero también la riqueza del folclore argentino. A diferencia de modernistas norteamericanos y europeos que apuntaban hacia la vanguardia, muchos de estos talentos voltearon hacia sus propias culturas para encontrar sus voces.