Incluso en un género tan poco dado a las sutilezas líricas como el dancehall, las letras de Alkaline son escandalosamente explícitas, hasta el punto de que han provocado la denuncia de íconos del género como Bounty Killer. Es esa misma desinhibición salvaje la que ha convertido al deejay en una de las estrellas jamaicanas más indiscutibles de la última década. Pero más allá de las epopeyas sexuales que definen su personalidad pública, el rude boy de Kingston también es capaz de tejer rimas de naturaleza política en las que apunta a los centros de poder con la convicción de un profeta del gueto.