Escuchar música mientras conduces es uno de los grandes placeres de la vida. Un viaje te permite estar lejos de las distracciones de la vida cotidiana. Sin embargo, a veces la música puede ser demasiado increíble como para escucharla al conducir. Rufus Wainwright, el cantante y compositor estadounidense, entiende este dilema demasiado bien. “Hay piezas musicales que, si suenan cuando manejo, me sorprenden inmediatamente y me siento obligado a detenerme para poder escucharlas”, comenta a Apple Music Classical. Tú también sentirías ese impulso de detenerte a escuchar, con la energía burbujeante de Bach, la belleza líquida de Satie o la lírica traviesa de Prokofiev. Está la peculiaridad y sonidos fuera de este mundo de Messiaen, el intenso Requiem de Verdi y una clásica grabación del conmovedor segundo movimiento del Quinteto de Piano de Schumann. Todas esas son excusas perfectas para detenerse a un lado del camino, apagar el motor y subir el volumen. Hay un montón de óperas también, entre las que se encuentra una de las memorias más tempranas de Wainwright en un auto. Recuerda a su madre manejando cuando el Intermezzo de la opera Notre Dame de Franz Schmidt de 1906 comenzó a sonar en la radio. “En esos tiempos, los autos aún tenían una antena”, nos cuenta. “Y mi mamá salió del auto y comenzó a moverla enérgicamente para que pudiéramos escuchar mejor la música”. A Wainwright le encanta la forma en que las composiciones de ópera conducen sus historias, destacando la música del acto inicial de Madam Butterfly de Puccini (“La música aquí retrata perfectamente su carácter delicado y condenado”, dice). También destaca el inspirador y triunfante preludio al Tercer Acto del Lohengrin de Wagner. “La composición le da una inyección musical en el brazo al oyente“, dice, “y avanza hábilmente la trama de la ópera”. Se podría decir que ponen las cosas en marcha.