En 1983, cuando las canciones “New Year’s Day”, “Sunday Bloody Sunday” y “Two Hearts Beat As One” sonaban constantemente en la radio y MTV, los conciertos de U2 se ganaron la reputación de imprescindibles alrededor del mundo (un momento inmortalizado en el EP Under a Blood Red Sky y el video que lo acompañaba). El talento natural de Bono y la carga dramática que imprimía a sus actuaciones incluía escalar torres de amplificadores y andamios, acostumbrándose a liderar la atención de una audiencia cada vez más numerosa. “Mi idea de un intérprete es la de alguien que puede dejar el escenario y puedes encontrarlo en tu vida, a tu lado, siguiéndote a casa y asaltándote en un callejón, preparándote un té o lo que sea”, explicaba el cantante a Zane Lowe en 2017. “Como banda, siempre hemos buscado evitar la distancia entre el público y el escenario, intentamos erradicarla”. Los conciertos para la gira de War, su tercer álbum, incluían esos tres grandes éxitos y “I Will Follow”, su tarjeta de presentación de 1980. No obstante, eran canciones menos conocidas, como “11 O’Clock Tick Tock” y “The Electric Co.”, las que dejaban en claro que el atractivo de la banda no radicaba en sus éxitos, por muchos que acumularan, sino en su energía y su química incomparables. Cerrando esta y muchas giras por venir, U2 terminaba con “40”, el himno de cierre de War, que dio fama a su público por seguir coreándola cuando ya el grupo estaba en el autobús.