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Salmos 1:1-2
1 ¡Dichoso quien se complace en la ley del SEÑOR!
¡Dichoso quien no sigue el consejo de los malvados
Ni en la senda de los pecadores se detiene
Ni en compañía de los necios se sienta!
Sino que se complace en la ley del SEÑOR
Sobre la que reflexiona día y noche
Es como un árbol plantado junto al arroyo
Da fruto a su tiempo y no se secan sus hojas
Consigue todo cuanto emprende
No ocurre así a los malvados
¡Paja que el viento arrastra!
No vencerán los malvados en el juicio
Ni los pecadores en la asamblea de los justos
Pues el SEÑOR protege la senda de los justos
Mientras la senda de los malvados se desvanece
Salmos 4:1-2
4 Respóndeme cuando te llame
Tú, oh Dios, que eres mi defensor
Tú, que en la angustia me confortaste
Apiádate de mí, escucha mi oración
Y ustedes, ¿hasta cuándo me deshonrarán
Amarán lo vano y desearán lo falso?
Sepan que el SEÑOR enaltece al que es fiel
El SEÑOR me escucha cuando lo llamo
Tiemblen y no pequen más
Mediten en su lecho y guarden silencio
Ofrezcan sacrificios justos, confíen en el SEÑOR
Muchos dicen: ¿Quién nos mostrará el bien?
Extiende sobre nosotros la luz de tu rostro, SEÑOR
Tú has alegrado mi corazón
Más que cuando abunda el trigo y el mosto
En paz me acuesto y al instante me duermo
Porque sólo tú, SEÑOR, me haces vivir tranquilo
Salmos 5:1-2
2 Señor, por la mañana escuchas mi voz
SEÑOR, escucha mis palabras, atiende mi queja
Rey mío, Dios mío, oye mi grito de socorro
Que a ti dirijo mi ruego
SEÑOR, por la mañana escuchas mi súplica
De madrugada ante ti la presento y me quedo esperando
No eres un Dios que desee la maldad
En ti no encuentra refugio el malvado
No resisten tu mirada los necios
Odias a los malhechores, aniquilas a los mentirosos
Al cruel y al traidor el SEÑOR los aborrece
Pero yo, por tu inmenso amor, acudiré a tu morada
Y me postraré venerándote en tu santuario
SEÑOR, guíame con tu justicia porque tengo enemigos
Allana ante mí tu camino
No es su boca sincera, su interior es perverso
Una tumba abierta es su garganta, aduladora es su lengua
Castígalo, SEÑOR, que fracasen sus planes
Expúlsalos por sus muchos crímenes
Porque se han rebelado contra ti
Que se alegren los que en ti confían
Que por siempre se regocijen
Protege a los que te aman para que se gocen en ti
Porque tú, SEÑOR, bendices al justo
Y tu bondad lo rodea como escudo
Salmos 8:1-2
8 ¡Qué grande es tu nombre en la tierra entera!
SEÑOR, Dios nuestro, ¡qué grande es tu nombre en la tierra entera!
Alzas tu gloria sobre los cielos
Y de la boca de lactantes y niños
Has hecho un baluarte frente a tus rivales
Para silenciar al enemigo y al rebelde
Miro el cielo, obra de tus dedos
La luna y las estrellas que has fijado
¿Qué es el mortal para que te acuerdes de él
El ser humano para que de él te ocupes?
Lo has hecho algo inferior a un dios
Lo has revestido de honor y de gloria
Lo has puesto al frente de tus obras
Todo lo has sometido a su poder
El ganado menor y mayor, todo él
Y también los animales del campo
Los pájaros del cielo, los peces del mar
Y cuanto surca los senderos de los mares
¡SEÑOR, Dios nuestro
¡Qué grande es tu nombre en la tierra entera!
Señor, ¿quién podrá habitar en tu tienda?
¿Quién podrá morar en tu monte santo?
El que camina con rectitud, practica la justicia
Y es sincero en su interior
El que no calumnia con su lengua
Ni hace mal a su prójimo
Ni humilla al que tiene cerca
Aquel que desprecia al perverso
Y respeta al que es fiel al SEÑOR
Aquel que, jurando en su perjuicio, no se retracta
El que no presta su dinero a usura
Ni acepta soborno contra el inocente
El que así se comporta, jamás sucumbirá
Tú me muestras el camino de la vida
Dios, protégeme, que en ti confío
Dijiste al SEÑOR: Tú eres mi dueño, mi felicidad está en ti
En cuanto a las divinidades de esta tierra, esos poderes que
Tanto me complacían, esos muchos ídolos tras los que corren, yo no
Les ofreceré sacrificios ni pronunciaré su nombre con mis labios
El SEÑOR es la parte de mi herencia y mi copa
Tú eres quien dirige mi destino
Me ha tocado una buena porción, mi heredad me deleita
Bendeciré al SEÑOR que me aconseja
Aun de noche me remuerde mi conciencia
Tengo siempre presente al SEÑOR
Con él a mi derecha, no sucumbiré
Por eso se alegra mi corazón, mi interior se regocija
Todo mi ser descansa tranquilo
Pues no me abandonarás en el reino de los muertos
No permitirás que tu fiel vea la tumba
Tú me muestras el camino de la vida
Junto a ti abunda la alegría
A tu lado el gozo no tiene fin
Acerca tu oído a mí, escucha mis palabras
Escucha, SEÑOR, lo que es justo, atiende mi súplica
Presta oído a mi ruego, pues mis labios no mienten
Tú dictarás mi sentencia
Tus ojos discernirán lo que es justo
Me has sondeado, me has examinado de noche
Me has probado y no has hallado mal alguno
Mi boca no ha pecado frente a otras conductas humanas
Yo evité el camino del violento
Siguiendo la palabra de tus labios
He mantenido mis pasos firmes en tus sendas
Y no he dejado que mis pies se extravíen
Yo te invoco, y tú, Dios, me respondes
Acerca tu oído a mí, escucha mis palabras
Haz resplandecer tu amor, tú que salvas a sus atacantes
A quienes se refugian en ti
Protégeme como a la niña de tus ojos
Dame cobijo a la sombra de tus alas
Que los injustos me acosan
Los enemigos me asedian con saña
Han endurecido su corazón, hablan con arrogancia
Me acosan, me tienen cercado
Y clavan en mí sus ojos para abatirme
Son como un león ávido de devorar
Como un cachorro que acecha en lo oculto
Ponte, SEÑOR, en acción
Hazle frente, derrótalo
Que tu espada me libre del malvado
Y tu mano, SEÑOR, de los mortales
Su heredad está en esta vida
Llena, pues, su vientre con tus bienes
Y que sacien a sus hijos
Y a sus pequeños dejen las sobras
Pero yo, SEÑOR, me he portado rectamente
Y por eso contemplaré tu rostro
Al despertarme, me saciaré de tu imagen
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