Tras otro aviso llegó el crujido
Del suelo liso, un dolor sentido
Solo sujeto a mis costillas
Me quedé quieto en plena orilla
Justo enfrente de mí, tras el abismo
Ajeno al frenesí, como yo mismo
Yermo estaba allí
Lo que fuera que vi
Mientras dudaba y me escurría
Me agazapaba y me evadía
Estaba lejos de tener claro
Que mis reflejos me fueran a ayudar
Al fin me levanté desesperado
Tomé impulso y salté al otro lado
Pero no lo alcancé
Y los ojos cerré
Luego, aburrido de estar cayendo
Di un parpadeo por ir sabiendo
Perdí un latido mientras fui viendo
Que en mi caída estaba ascendiendo
Adiós para siempre, lágrimas de duelo
Mi armadura se derrite y alzo el vuelo
Se desvanece el color del desconsuelo
Que va goteando y forma un riachuelo
Adiós para siempre, heridas y tragedias
Dueñas de cada ilusión que queda a medias
También del cemento preso en mis arterias
Fragua de la desazón que al alma asedia
Mi cabeza, saturada por tanta algarabía
Detrás de la que se pertrechan mis frustraciones
Por mis manías
Para despojar de su función a los pulmones
Que piensa que desfallecería
Intentando liberar sus pasiones
Y que no lo lograría ni con cien mil corazones
Se enfrenta al fin un día al sucumbir de sus razones
Niega suficientes veces lo que creía
Y decide que solo la guían sus intenciones
Adiós para siempre, lágrimas de duelo
Mi armadura se derrite y alzo el vuelo
Se desvanece el color del desconsuelo
Que va goteando y forma un riachuelo
Adiós para siempre, heridas y tragedias
Dueñas de cada ilusión que queda a medias
También del cemento preso en mis arterias
Fragua de la desazón que al alma asedia
