制作

出演艺人
Raúl Querido
Raúl Querido
表演者
Guillermo Mostaza Diaz
Guillermo Mostaza Diaz
鼓组编排
Raúl Díaz García
Raúl Díaz García
合成器
Víctor Algora Alcolea
Víctor Algora Alcolea
伴唱
Diego Perinetti
Diego Perinetti
钢琴
作曲和作词
Raúl Díaz García
Raúl Díaz García
词曲作者
制作和工程
Raúl Querido
Raúl Querido
制作人
Guillermo Mostaza Diaz
Guillermo Mostaza Diaz
制作人

歌词

El área más poblada de Madrid es Carabanchel.
260.196 personas viven, censadas en este distrito, al sur de la ciudad. Más habitantes que en capitales como A Coruña o Granada. Sus límites los marcan vías rápidas, entre Leganés y Arganzuela. Hay autopistas, está el río y también una gran avenida improbablemente transitada alguna vez por algún turista: la Vía Carpetana.
Hasta la unificación y expansión franquista del gran Madrid, Carabanchel Alto y Carabanchel Bajo eran dos municipios aparte, anexionados en 1948 y que, en 1971, alumbrarían y dejarían marchar otros dos distritos más, Usera y Latina.
Carabanchel es lo que se ha venido llamando un barrio obrero. Comillas, Opañel, San Isidro, Vista Alegre, Puerta Bonita, Buenavista y Abrantes, suenan a lo que son: una mayoría de viviendas modestas, en bloques de pisos levantados sobre un plano casi nunca ortogonal. Y una casi totalidad de familias e individuos, obligados a trabajar toda su vida. Normalmente, en las elecciones, en el distrito, ganaban o al menos resistían los partidos de izquierda.
Recuerdo los cines. Todos, los recuerdo de sesión continua. Entonces había varios. Mi favorito, casi en la glorieta de entrada al barrio, era el Cinema España. En la misma calle, General Ricardos, llegó a haber al menos dos más, el Cine Salaberry y el Cinestudio Los Ángeles. Este último es ahora una congregación cristiana evangélica el Salaberry fue un bingo y ahora es un Mercadona.
Recuerdo Viva el Músculo, uno de los primeros puntos de venta de material y alimentos para fisicoculturismo. Con el mismo logo desde 1980: la parte superior del torso de un gran campeón de body building, marcando bíceps y silueteado en negro, sobre fondo verde que, si en los 80 era llamativamente moderno, en el siglo XXI había recobrado el carisma de lo retro. Viva el Músculo ha cerrado en 2020.
Diez años después, nada es exactamente lo mismo, salvo el cielo sobre Carabanchel: ese sí, es el mismo fondo para distinto escenario. Desde mi casa se sigue viendo casi medio Madrid, con sus amaneceres y atardeceres. Y bajando a la calle, alrededor de mi edificio, ha seguido y sigue ocurriendo lo mundano y también, puede que algo camuflado, lo extraordinario.
Otra de las tentativas para ser más fuerte y tener mejor ánimo y aspecto, fue la de de retomar el gimnasio también con varios a un pequeño paseo de distancia, correr por la calle también, intentar la natación y perseverar con las pesas. Nunca ha sido un proyecto tan exitoso como yo hubiera querido, pero en un par de periodos fue casi brillante, casi obsesivo. En todo caso, me llevó por fin a Viva el Músculo.
En casi diez años de visitas esporádicas he salido de la tienda con lotes casi nunca cuantiosos, pero que incluyeron varias bolsas y envases de proteína en polvo algún suplemento, indicado para potenciar la quema de calorías o el rendimiento muscular unos guantes, parecidos a unos mitones, que facilitan el agarre de las pesas y a las barras, sin que las manos se llenen de callos y mataduras también un vaso mezclador, con el logo de Viva el Músculo y que, pienso, está destinado a ser un objeto de culto en el futuro. Y el carnet de cliente, que permite ir sumando el importe de las compras y obtener un descuento proporcional en el futuro.
Poco antes de que empezara el invierno pasado, Dinah murió. Fue una pérdida que lo cambió que lo ha cambiado todo, especialmente la medida del barrio y de mi espacio, y la importancia y el orden de los recuerdos compartidos y acumulados aquí. Y el ánimo, que también es un filtro de color, vivo o ahumado, y que se le aplica sin querer, a todo.
Hace menos tiempo, vi por última vez al dependiente. La tienda había cerrado con la pandemia. Había pasado el confinamiento duro, las fases de alivio y nos íbamos aproximando a la llamada nueva normalidad.
Yo no me había dado cuenta hasta entonces, pero la tienda la habían vaciado. No era difícil de entender lo que pasaba: Viva el Músculo, fundada en 1980, con tres décadas de funcionamiento ininterrumpido, ya no volvería a abrir en Carabanchel Bajo. Otra de tantas cosas que se ha terminado de llevar por delante este año que está siendo como una alucinación.
Al final, todas las personas necesitamos algo de amor, incondicional, algún punto de referencia, algún lugar y algún hito que, si acaso desaparece del mapa, nos convirtamos nosotros en quienes lo preserven. Seguir viviendo, estando, siendo memoria viva.
La última vez que vi Viva el Músculo siendo Viva el Músculo, y a su dependiente siendo mi vecino, fue el día del último paseo, antes del final del confinamiento.
Y de repente de me despierto
de un largo sueño.
Y siento que estoy lejos
muy lejos.
Pero cuando vuelvo en mí
Veo que sigo aquí
Si esperas lo suficiente, si eres de los que sobrevive, cada barrio se transforma y cada casa, y cada cosa el barrio en una ciudad fantasma, y cada casa en un cementerio.
En las primeras semanas del confinamiento, un coche negro, largo, se paró medio subido en la acera un día. No conozco a todos los vecinos de mi calle, como para saber a cuáles estamos echando de menos ahora, y ya siempre en cada momento. Eso fue entonces. Y ahora?
Y vuelvo, y me quiebro, y resisto, y no quiero hablar con nadie y, en esta esquina, me recupero y sigo.
Ahora fue entonces en el último paseo, en el último antes de que se acabase el confinamiento.
Y de repente de me despierto
de un largo sueño.
Y siento que estoy lejos
muy lejos.
Pero cuando vuelvo en mí
Veo que sigo aquí
La sensación de estar lejísimos, aquí mismo.
Y vuelvo
40 años: la juventud no dura tanto como se pretende ahora. Luego hay casos, claro.
Han cerrado y desaparecido cines de sesión continua y salones de bodas, bautizos y comuniones bingos y bingos automatizados perfumerías de a granel donde también venden remedio rescate de pronto incluso los bancos empezaron a cerrar sucursales...
Y de repente de me despierto
Y me entierro. Me entero. Este barrio está lleno. De parques. De recuerdos. De cementerios.
Pero cuando vuelvo en mí
Veo una ciudad inmensa, reducida a lo que yo quiero. Reducida a la escala en que no aplasta, ya ni oprime. Pero se clava.
Y de repente de me despierto
La escala de una ciudad reducida a las coordenadas y la cuenta en metros de este último paseo.
Pero cuando vuelvo en mí
A veces permaneces, cuidando a quien no está, descuidando a quien se queda.
La sensación es la de estar lejísimos, aquí mismo.
No morirse de golpe es también una forma de vida. Morderse o dejar que te muerdan, para despertar.
Y sé que me muero, pero me muero en mis propios términos, en mi banco, en mi parque, sin salir del barrio, sin haber perdido la memoria, sin volver a hacer una canción alegre...
Y no me muero: resurjo. Y resurjo en mis propios términos, de acuerdo con las normas, aparentemente con el pelo más largo y más despeinado, más gordo, con las ojeras relucientes de tanto dormir nunca en mi vida he estado más guapo, me parezco a mi me parezco a mi barrio, una ciudad inmensa...
Written by: Raúl Díaz García
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