El viaje de Lone Star

Me desperté con la luz

y el entusiasmo de la mañana.

Y tú dormitabas aún

entre mariposas blancas.

Con los ojos cerrados

me sonreíste y nos abrazamos.

Enloquecimos de amor,

aullamos retroiluminados.

Al descender de la ternura

te puse el disco de Boy Azooga.

Nos contagió su ánimo

cardíaco a los dos.

Y nos pusimos a bailar

porque los dioses bailan.

Solo queríamos bailar

porque los dioses bailan.

Con esa insondable felicidad

de lo que sabes eterno,

corrimos por la ciudad

de Austin entre mil conciertos,

Easy Life, Mattiel,

The Nude Party, I Know Leopard,

bebimos latas de Lone Star

en el desierto.

Congelamos el instante

más radiante en un fotomatón,

nos salpicaban las estrellas

con sus versos a los dos.

Y nos pusimos a bailar

porque los dioses bailan.

Solo queríamos bailar

porque los dioses bailan.

Solo queríamos bailar.

Solo queríamos bailar.

De vuelta en el AirBnb, exhaustos,

cogí mi nueva Martin,

y nos canté canciones de enamorados,

a los dos.

Y nos pusimos a bailar

porque los dioses bailan.

Solo queríamos bailar

porque los dioses bailan.

Solo queríamos bailar.

Solo queríamos bailar.